¿Es gracioso ver a una niñita de 5 o 6 años desfilar en traje de baño en una pasarela? Suponiendo que sea simpático, ¿Es provechoso que a nuestros niños se les inculquen esos valores, es decir, qué se les ponga a competir por un título a cambio de enseñar los calzones, pintarrajearse la boca, ponerse rubor – como gente grande – y hablar de problemas que son responsabilidad de adultos?
La invitación a reflexionar en las anteriores preguntas lo hacemos a partir de que en los últimos días hemos visto certámenes para elegir a las Miss Chiquititas en los diferentes municipios de la entidad.
Son concursos patrocinados por las autoridades para que una niña que en otras épocas, no muy lejanas por cierto, estaría en su casa jugando a las muñecas, al bebeleche o al resorte, ahora asuma poses y camine como una señorita que quiere lucir su atractivo para que el mundo la admire, le aplauda, la reconozca o le rinda tributo.
¿Se han puesto a imaginar qué sentimientos experimentan quienes no se hacen acreedoras al primer lugar? Si en los certámenes regulares, donde participan jóvenes maduras surgen rencillas y resentimientos, ¿No podrá ser más traumatizante para una menor de edad que apenas sabe distinguir entre lo bueno y lo malo?
Por otra parte, ¿No se promoverá con estos concursos una vanidad sobrevalorada? ¿Estaremos ante la antesala de formar adolescentes precoces?
Seguramente cada quién responderá a todas las interrogantes desde una moral – la suya – ya practicada y consentida. Para muchos el ver a niñas haciendo el papel de grandes se les hará algo muy vanguardista, tal vez hasta supongan que con esto ellas pueden desarrollar otros talentos. Desde el punto de vista estético, también se opinará que es válido reconocer la belleza de las infantes. Pero otros, como lo han hecho saber, asumirán una postura más conservadora y seguirán condenando éstas acciones como degradantes y corruptoras.
Lo más importante es saber que profesionales de la mente humana, los psicólogos, no comparten este rol que se les está imponiendo a los niños. Más aún, la mayoría de sacerdotes y líderes religiosos también condenan estos hechos a partir de las Escrituras.
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