“De la muerte y los impuestos nadie se escapa”, sentenció la propia muerte interpretada por Brad Pitt en la película Meet Joe Black.
Hace tiempo un periodista de Amatlán me decía que no le atormentaba la posibilidad de morir en cualquier momento, añadiendo que llegaría a preocuparse en serio si alguien de carne y hueso se quedara vivo, pues entonces tendría que preguntarse “por qué éste sí y nosotros no”.
“El hombre es como una exhalación” – dice la Biblia –, un respiro y va pa’ fuera. “Sus días son como una sombra que pasa”. ¿Quién es el que ha escapado a esta sentencia? Nadie; ni los hombres más fuertes, más sabios y poderosos que ha habido en el mundo han podido perpetuar su vida más allá de los límites establecidos, sean biológicos o divinos, ese no es tema de este ensayo.
Hay, no obstante, un hecho extraordinario para los científicos, quienes se quedan maravillados de que la vida haya surgido de materia inerte, de que esa materia se haya organizado con tanta complejidad para que surgiera el primer organismo vivo, y que ese ser además haya podido sobrevivir gracias a un instinto de supervivencia al que algunos identifican como el “amor”. Así estamos pasando de la muerte, a la vida y al amor.
Todos conocemos el texto de 1 Juan 4:8: “El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor”. El amor es lo que nos mantiene vivos de acuerdo a muchos científicos; luego entonces, si Dios es amor, es Dios quien nos mantiene vivos. Conocerlo valdría la pena.
Se preguntará si eso nos mantendría vivos para siempre, lo cual es imposible de acuerdo a la experiencia que tenemos, puesto que todos estamos muriendo; y esa muerte, de acuerdo a las investigaciones, se deben a múltiples factores.
En el libro “La vida, el tiempo y la muerte” (Fanny Blanck-Cerejido/ Marcelino Cerejido; Fondo de Cultura Económica) los científicos advierten “un descenso brusco debido fundamentalmente a fallas ‘congénitas’ de fabricación; luego sigue una paulatina disminución de focos a causa de accidentes y, hacia el final, se suman las ‘muertes’ por desgaste”.
Es curioso que estos descubrimientos recientes sobre la muerte, y otros más como el que veremos enseguida se deban a “fallas”, “accidentes” y “desgastes”, palabras que sería bueno recordar y anotar para su posterior análisis.
Además, en la página 88 del citado libro se apunta: “La muerte de los organismos superiores sobreviene cuando a los distintos tejidos del organismo ya no les quedan células troncales que puedan generar células para continuar reemplazando a las que se van muriendo… ¿Por qué se muren las células de los animales multicelulares? Danielli (1956) y Szilard (1959) opinaban que, como en todo proceso de copiado, al replicarse el DNA de una célula para que cada hija se lleve su copia, se introducen errores”.
Ya tenemos entonces “fallas” y “errores de copiado” con el que todos nacemos. Una imperfección que heredamos tal como establece Romanos 5:12 “Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado – la imperfección – entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres…”.
¿Y qué decir de los “accidentes”? ¿Está alguien exento de sufrirlos? No, por cierto. Ni el más “Pirruris” o el Juan Camaney se escapan. Salomón, que tuvo poder, sabiduría y gloria lo escribió así: “Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos” (Ecl. 9:11).
En cuanto al “desgaste” físico, el punto de vista bíblico es la condena que sufrió el hombre por haber pecado: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado…” (Gen. 3:19) En efecto, como dicen los científicos, el primer ser vivo surgió de minerales, del suelo, de materia inerte, pero como pecó, fue sentenciado a batallar en la vida, a sufrir un desgaste físico hasta morir.
Empero, existe una esperanza ante esta finitud. Romanos 8:20 dice: “Porque la creación fue sujetada a futilidad; no de su propia voluntad – es decir, no porque queramos –, sino por aquel que la sujetó sobre la base de la esperanza”.
Dicho todo esto, ahora sí retomemos el texto de 1 Juan 4:8: “El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor”. Si Dios es amor, y si como se dice por los científicos lo que nos mantiene es el amor (de Dios), entonces, otra vez, ¿Vale la pena conocerlo?
Juan 17:3 señala: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tu enviaste, Jesucristo”.
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