Una vez hubo un hombre que nació sin esperanza, creció muriendo y murió muerto. Su vida fue una contradicción. Pero que esto no nos sorprenda porque eso de vivir inertemente es más común de lo que suponemos, ya que muchos hombres y mujeres viven solo por vivir; caminan por la vida sin rumbo, sin ilusión.
Así que este hombre que nació nunca vislumbró un futuro prometedor, nunca conoció a su padre, pues su madre apenas sí recordaba el repertorio de hombres con los que se acostó.
Más allá de eso, la señora nunca le brindó una adecuada atención y el chico creció siendo malhumorado, terco y odioso.
Cuando era joven entendió que la vida para él no tenía sentido; y si lo tenía, él no tenía la menor intensión de encontrarlo, así que a partir de los veinte años centró toda su energía en acabar con sus días, lo que resultó de todo esto fueron seis intentos de suicidio y una muerte consumada:
Intento No. 1: Sobredosis: Siendo hijo único, de madre soltera, era fácil conseguir todo lo que quería pues la madre la mayor parte del tiempo se sentía culpable de no haber sido capaz de construir un “verdadero hogar” para su “retoño”, por lo que los caprichos naturalmente eran cumplidos.
El hijo fue criado como un inútil. Nada le costaba estirar la mano y conseguir lo que la madre dentro de sus posibilidades podía darle, así que fue normal que el hijo le empezara a pedir dinero en exceso.
El chico en cuestión, había escuchado que quien muere de sobredosis lo hace rápido y sin dolor, por eso se dispuso a tomar lo primero que le ofrecieron y a mezclarlo con alcohol, y justo cuando estaba inconsciente su madre lo encontró.
Intento No. 2: Ahorcamiento: Después de haber pasado varias semanas en el hospital a consecuencias de las drogas, no quedó en condiciones óptimas para intentar suicidarse de nuevo. Esperó un par de años más y fue entonces cuando agarró una soga y con convicción de que esta vez sí lo lograría se dirigió al balcón de su casa, ató la soga en una viga de madera, rodeó su cuello y sin pensarlo se lanzó. Quizás fue la fuerza con la que quería quitarse la vida, la que hizo que, como por arte de magia, la viga se partiera en dos y él, como un proyectil fue lanzado dos pisos abajo. El resultado de este intento fallido fue una cadera rota y el orgullo herido ¿acaso era tan inútil, que ni la vida podía quitarse?
Intento No. 3: Arma de fuego: Después de dos intentos fallidos para quitarse la vida, el personal del hospital en el que estuvo internado hasta que su cadera se recuperó, le recomendó internarse por algún tiempo en el área de psiquiatría. Él se burló y a pesar de las lágrimas de su madre compró una pistola, se encerró en su habitación y justo cuando se llevó a cabo la detonación, salió el gato de su madre y lo asustó. La bala en vez de estallar en el paladar terminó por destruirle la nariz y de nuevo fue a dar al hospital.
Intento No. 4: Corte de venas: La madre de este hombre, ahora ya arrugada por el tiempo y desgastada por las decisiones de su hijo, sin pedir opinión de nadie, ingresó a su hijo en una institución psiquiátrica en donde en apariencia estaría seguro. En efecto, los primeros meses así fue, sin embargo, el hijo seguía obstinado en conseguir su objetivo y en un descuido de alguna enfermera robó una navaja de esas que venden en las papelerías, la enterró con todas sus fuerzas en las venas que corrían por su mano izquierda. No obstante el dolor le sorprendió y gritando tal cual niña caprichosa llamó la atención de cuanta persona se encontraba a su alrededor y nuevamente se salvó.
Intento No. 5: Envenenamiento: La madre de este chico se sentía sola y estaba vieja. Pidió que su hijo fuera dado de alta de aquella institución. Los directivos no objetaron nada, pues aquel hombre tenía ya varios años simulando “normalidad” así que dejaron que se marchará y que libremente recorriera las calles bañadas en sol de esa hermosa ciudad.
Pasaron algunas semanas, las últimas de aquella joven anciana que murió prematuramente. Esto se debió a que por un descuido ingirió dosis dobles de sus medicamentos y su cuerpo no lo resistió. Después de los funerales de su madre fue cuando a él se le ocurrió tomar las mismas píldoras que a su madre le calmaron el dolor de seguir viviendo y ahora con el pretexto de su duelo, todo el frasco se tomó. Lo que él no sabía era que el cartero, que era amante de su madre, ese día recogería algunas de sus pertenencias y sin querer terminó salvándole la vida.
Intento N. 6: Ingesta de alcohol: Este intento fue tan absurdo como el resultado de los demás que basta solo decir que un día este hombre, ahora ya un tanto viejo, fue a una cantina y tomó tanto alcohol como sus sentidos se lo permitieron. Cuando le sobrevino el vomito y una convulsión llamaron a los servicios médicos y nuevamente se salvó.
Muerte consumada: Ataque cardíaco: Después de encontrarse sólo, a este hombre le llegaron la nostalgia y las ganas de vivir. Se sacudió la pereza, empezó a buscar trabajo y cuando por fin lo contrataron fue inmensa su alegría que salió sonriendo a la calle. Abrió los brazos agradeciendo esta oportunidad a la vida.
Fue tanta su euforia que no se percató que un transporte urbano se dirigía hacia él y faltando poco para ser atropellado los gritos de los transeúntes lo hicieron reaccionar a tiempo, pero de tal magnitud fue el susto que un dolor agudo salió de su pecho haciéndolo caer, cortándole la respiración; y sin más se le fue la vida.
Así de absurda, así de tonta fue la muerte de este hombre, que vivió como muchos otros; encontrando un pretexto para vivir y ser felices sin darse cuenta de que el propio hecho de estar saludables constituye mayormente a la felicidad.
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