NUNCA MAS ESCUCHARÉ DE MI AMIGO EL CUATE EL PECULIAR SALUDO HACIA MI PERSONA: “ESE PINCHE LUCAS”. (Q.E.P.D.)
El sábado en mi querido Ixtlán, descendí del Ómnibus de México frente a la peluquería de mi amigo, “El Cuate” que siempre al pasar por ella nuestro saludo peculiar era “Pinche Cuate (con silbidito)”, y en respuesta él me decía: “ese pinche Lucas”.
Esta vez no fue así, y ya no será jamás. El AMIGO ha pasado por el periodo de transición. Dejó de existir en el plano terreno. El local de la peluquería sin duda guardará el eco de sus bromas, albures y sarcasmo con que se dirigía a sus amigos, entre los que me cuento. También en forma amena, conversaba sobre la política local y otros temas. Me llegan recuerdos en forma instantánea:
- ¿Cómo le hago el corte de pelo?
- De casquete – respondía mi mamá cuando de niño me llevaba con don Marcial, el peluquero. ¡Uff! de esto hace un titipuchal de años. Las máquinas cortadoras del pelo no eran eléctricas. Funcionaban haciendo presión con los dedos. Los sillones también sufrieron cambios. Lo que no cambia es la forma en que afilan la navaja, entre otras cosas.
Don Marcial y don Silvestre, hermanos, tenían la peluquería por la calle Hidalgo casi esquina con cinco de mayo, donde está actualmente una veterinaria. Estos hermanos sin duda eran muy unidos, dichacharacheros, bromistas con sus amigos. Para entretener a los clientes tenían juegos de dominó. Don Marcial tuvo un hijo varón que aunque aprendió el oficio, no lo ejerció. Fue empleado de correos y posteriormente se le veía vendiendo casimires para pantalones.
Mi amigo (q.e.p.d.) era hijo de don Silverio Fuentes y doña Josefina Moreno, quienes procrearon cuatro hijos: Los Cuates, Juan y Miguel; y María y José.
A Juan y a su hermano Miguel – los cuates pues – los conocí desde niños. Su mamá muy católica. Cuando los llevaba al templo los vestía casi siempre de blanco. José hace varios años pereció en accidente automovilístico.
La peluquería de los hermanos Marcial y Silverio, pasó a manos de Los Cuates, Juan y Miguel, altamente calificados en el oficio; pero Miguel resultó alérgico a los cabellos y optó por estudiar en la Academia de la Señora Leonor, donde se convierte en telegrafista, y ya como tal, salió de Ixtlán. Tengo entendido que a Veracruz, en donde continuó estudiando hasta obtener una licenciatura.
Juan, al hacerse cargo de la peluquería, eliminó el juego de dominó, pero en sus ratos, sin cliente y principalmente ya para cerrar la peluquería, empuñaba la guitarra y le sacaba notas musicales. Tuve oportunidad de que me enseñara algunos compases y con lo poco aprendido empecé a hacer mis primeras canciones.
Para darnos una idea de las peluquerías que existían entre los años cuarentas o cincuentas, del siglo pasado, acudo a la memoria hábil de mi hermano Jesús, que me da detalles:
En el portal largo estuvo la Barbería “Ideal”, de don Epigmenio González y “El Capi”. Por la calle Juárez, cerca del cine, estaba “La Popular”, de un señor llamado Marcos. “La Sin Rival”, cerca de donde estaban las cantinas el Cairo.
Había otras peluquerías conocidas como “Los Tinichis”, y “Los Roque” en el Portal Redondo donde estuvieron los famosos “Cuchillos”.
Otros peluqueros se les conocían como Don Silvestre y su sobrino el Viejo. Cuando las personan iban con estos peluqueros expresaban: “voy con el viejo”. Estaban en la calle Mercado e Hidalgo. Lolo, en Colón y Eulogio Parra.
La lista es larga: Pancho Hernández, Toño López Rivera (de triste memoria) Tomás Pérez (Padre de otro gran amigo) que estaba por Justo Barajas, José Rubio, donde está el Hotel Hidalgo.
Este peluquero enfermó de alcoholismo. Se retiró del oficio y los delirios y alucinaciones lo llevaron a la tumba.
Hace no muchos años, a un lado de la peluquería del Cuate, estaba Cheque Cárdenas. Actualmente existen pocas peluquerías. En pleno centro está “Avelar”. Otra persona de nombre Crispín; y sin duda otras más, aunque las que se han incrementado son las estéticas.
Aunque yo tenía la idea de que no le caía bien a don Silvestre – a doña Josefina sí – con sus cuatro hijos entablé buena amistad. Recuerdo en cierta ocasión en que los cuates me invitaron a cenar a su casa. Lo clásico, frijolitos refritos con café. Estaba toda la familia y yo, pero por equivocación o broma – pues los cuates eran tremendos – al endulzar mi café éste me supo a rayos. Y es que la cuchara alguien previamente la había metido a los chiles jalapeños. Así que hice mutis. Retiré la taza diciendo que no acostumbraba a tomar café por la noche.
Antes de trasladarme a Tepic a trabajar, por las tardes casi siempre llegaba a la peluquería. Vacilábamos; le rascábamos a la guitarra, cantábamos y platicábamos de múltiples temas, como la historia de las peluquerías, de peluqueros que en comunidades ejercían el oficio al aire libre. Que los peluqueros también extraían piezas dentales, y sobre los colores que distinguen a las peluquerías. Hoy que mi amigo ya no está para continuar con charlas, investigo sobre estos temas y encuentro:
Antiguamente los que acudían a una barbería en el Siglo XIII lo hacían también para sacarse una muela o para que les realizaran cirugías sencillas, vendar úlceras o realizar sangrías.
En aquella época eliminar sangre del cuerpo se consideraba una solución para devolver la salud al paciente. Para practicar la sangría los barberos sumergían el brazo del paciente en agua caliente y le hacían un torniquete. Entonces buscaban entre las venas hinchadas la más propicia, hacían una incisión y extraían la sangre.
También se utilizaban sanguijuelas. El método consistía en poner la sanguijuela en la parte afectada del paciente y el gusano absorbía la sangre antes de caer. Por ello el distintivo de una barbería o peluquería inicialmente eran los colores rojo que significaba la sangre de las venas y el blanco de los vendajes.
Pasando el tiempo los barberos fueron perdiendo aceptación, pues a medida que los cirujanos la adquirían, iban justificando su superioridad por su saber y su talento. En 1850 esta costumbre desapareció totalmente y los barberos se dedicaron a lo suyo. Aquí los cirujanos adoptaron los colores rojo y blanco y los barberos tuvieron que agregar el color azul.
Entre los antiguos egipcios, los barberos eran personas distinguidas y respetadas. En la tumba numero 45, en el bajo cementerio de Tebas, se halló una estatuita de 46 centímetros de alto perteneciente a la 18a. dinastía, es decir de cerca de 3,300 años de antigüedad.
La imagen representa al barbero Meryma’at. Él era el encargado de afeitar a los sacerdotes del templo de Amón. Este era un ritual que se cumplía cada tres días, y consistía en afeitarles íntegramente todo el pelo del cuerpo; del rostro y de la cabeza. Los egipcios pensaban que eso contribuía a la pureza de sus funciones sacerdotales.
El arte de cortar y arreglar las barbas llegó a ser una profesión en la antigua Grecia. Es allí donde se formaron las primeras barberías que llegaron a ser puntos de reunión, como clubes para los hombres donde se reunían y conversaban sobre temas filosóficos, políticos o comunales.
La tarea de estos barberos era, además de cortar y peinar el cabello y barbas, masajearlos, cepillarlos y darle brillo con lociones, pomadas y cera de abejas. Como el pelo de los griegos era generalmente de colores oscuros, también lo teñían de rubio.
El toque final era perfumarlos con esencias a base de flores y aceite de oliva. En el siglo III AC, Alejandro Magno conquista casi toda Asia y pierde varias batallas contra Los Persas a causa de las barbas de sus miliares. Los persas los agarraban fácilmente de las barbas y los desmontaban de los caballos, ganando superioridad en las batallas. Alejandro Magno dio entonces la orden en todos sus dominios que los soldados debían tener su rostro completamente afeitado.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, por el creciente uso de pelucas en los hombres y las mujeres los barberos se convierten en peluqueros al dedicarse a la fabricación y diseño de pelucas, que además tenían la tarea de mantenerlas en buen estado periódicamente. Se hacían de cabello humano, de fibra de algodón o pelos de animales.
Al regresarme por la tarde a Tepic, me entero que el local de la Peluquería “El Cuate”, lo trabaja una de sus hijas. Así que la generación de peluqueros Fuentes, continúa.
Mis respetos para la familia de mi gran amigo “El Cuate” y que la resignación llegue a ellos… escanio7@hotmail.com
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