Una fuerte lluvia desnudó viejos hábitos y reveló la importancia de cambiar nuestra relación con el entorno.
AHUACATLÁN.
La feroz tormenta que azotó Ahuacatlán el pasado miércoles no solo dejó calles inundadas y desagües colapsados; también dejó al descubierto una realidad preocupante: el verdadero problema no fue el clima, sino la conducta humana que lo agrava temporada tras temporada.
Durante el aguacero, rejillas, alcantarillas y ductos quedaron taponados, provocando que el agua se acumulara en varias zonas del municipio.

Sin embargo, más allá de la fuerza de la naturaleza, la causa principal de estas inundaciones fue la basura tirada en la vía pública, los escombros abandonados y los residuos vertidos irresponsablemente.
La tormenta evidenció una falta de conciencia que pone en riesgo la seguridad y el bienestar de nuestras familias.
Tirar basura en cualquier parte, dejar desechos en las calles o verter aceites y grasas en el drenaje son prácticas que tienen consecuencias cada vez más graves.

Las autoridades locales insisten en recomendaciones básicas pero urgentes:
• No sacar la basura hasta que pase el camión recolector
• Mantener limpio el frente de las viviendas
• No verter residuos contaminantes al drenaje
Estas acciones, simples en apariencia, pueden marcar la diferencia entre una lluvia pasajera y una emergencia urbana. Porque ningún esfuerzo institucional será suficiente si no va acompañado de una cultura de respeto por el entorno.
La responsabilidad es compartida y empieza en casa, con cada uno de nosotros. Ahuacatlán merece algo mejor que improvisaciones ante el desastre: merece prevención, compromiso y, sobre todo, conciencia ciudadana.
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