PATTERSON CA.
Hay momentos en la vida que no se repiten. Instantes que se guardan en el corazón y que, al recordarlos, todavía hacen latir más fuerte. Así fue la noche en que Alba Mora celebró sus quince años. Una noche en que su alegría se volvió contagiosa, en que la ilusión se transformó en realidad, y en que cada detalle fue tejido con amor.
Sus padres, Jorge y Sandra Mora, caminaron junto a ella todo este trayecto. Meses de planeación, desvelos, ilusiones, cuentas y sueños puestos sobre la mesa. Todo para ver a su hija cumplir uno de los días más esperados de su vida. Y cuando al fin llegó, no hubo mayor recompensa que la sonrisa de Alba iluminando el salón.
El Eucalyptus Ranch, en Westly, California, se vistió de fiesta. Música que acariciaba el alma, platillos que invitaban a compartir, luces que parecían estrellas bajadas del cielo… todo formaba parte de un escenario perfecto.
Fue ahí donde Rubén Topete, con su talento y entrega, hizo brillar todavía más el festejo: el vals, la decoración, cada rincón preparado con cariño.
Alba apareció como una princesa. Su vestido, sus pasos seguros, su mirada llena de sueños. Recibió abrazos, regalos y palabras que se sienten como tesoros. Cada gesto, cada sonrisa, cada lágrima de emoción fue la prueba de que aquella noche se había convertido en un recuerdo eterno.
Junto a ella, de manera virtual, estuvieron sus padrinos, Francisco Padilla y Sicshia Arciniega. En su representación acudieron Carlos y María Elena Rincón, quienes acompañaron con cariño este capítulo tan importante.
Y detrás de todo, como pilares firmes, sus padres, conocidos con orgullo en su tierra de Uzeta, Nayarit, como el “Cocoles” y Sandra, quienes literalmente echaron la casa por la ventana para que nada faltara y todo brillara.
Esa noche, Alba no solo celebró su cumpleaños. Celebró la vida, los sueños cumplidos, la fuerza del amor familiar. Y en los corazones de todos los presentes quedó grabado lo mismo: que hay fiestas que terminan, pero recuerdos que son eternos.
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