MIS BREVERÍAS
Son las cuatro de la madrugada. Mi reloj acaba de cantar desde las alturas del árbol que está en el corral. Es el gallo copetón que mi madre cuidó dando los granos de maíz en su pico. Lo tenía chiqueado, ahora ya está viejo y su refinado canto es ronco; sus plumas se les desprenden con facilidad. Las gallinas también saltan de las ramas y lloran porque su mero gallo ha envejecido con el tiempo; se entristecen las ponedoras, pero luego continúan su rutina diaria.
Los que están alegres son los pajarillos que escandalizan al sentir que ya llegó la primavera. Ya hay flores que reciben el rocío desde lo más alto, ya hay flores que reciben el rocío desde lo más alto; los campos enverdecieron y se llenaron de flores de variados colores que embellecen el ambiente; los nidos se mecen de alegría, es que los pájaros juguetean sobre sus ramas. Algunos niños malosos con sus resorteras los inquietan a pedradas, pero ellos siguen con su fiesta primaveral.
Aprovecharé para cortar en estos campos un bello ramos de flores y correré a la tumba de mi madre donde luzcan su belleza. Ella se pondrá contenta por el bonito gesto y el viviente recuerdo. Les pondré agua para que dure más tiempo su perfume con aroma a cielo; rezaré un poco en honor a ella que llegó triunfante y altiva a la gloria, no es otro el domicilio porque todas las madres del mundo llegan a sentarse a un lado del señor donde despacha con su poder que ejerce sobre los seres humanos.
El ramillete de flores campiranas quedará aquí por mucho tiempo adornado la tumba fría que un día oscuro los restos de mi madre fueron depositados. Estoy en mi rezo y oigo los pasos de mucha gente que hace lo mismo; en bonitas canastas de carrizo llegan llenas de flores que son depositadas en diferentes tumbas; lo seguiremos haciendo siempre así pase la primavera que invita a vivir a recrear a nuestro vista con los bellos colores de los campos.
Veo parvadas de pajarillos cantando en las alturas. Algunos se confunden con las estrellas que también cantan e iluminan nuestro corazón llenando el alma de esperanza y fuerza para ayudar al próximo compartiendo no lo que nos sobra, sino lo único que tenemos que es un pan y la salud, porque de ello depende vivir con el amor a quienes rodean.
En esta madrugada primaveral vuelve a cantar el gallo presumiendo su ronquera. Su canto me confunde con el silbar del tren que siguiendo las vías del ferrocarril le urgía llevar a los pasajeros que llevaron mensaje de felicidad a las familias, a pesar del estruendoso ruido de sus huaraches de acero que en corto tiempo traslada a la gente con la sonrisa y esperanza de que pronto llegarán a su destino.
El gallo pronto dejará el corral, pero dejará un bonito recuerdo a las ponedoras por aquellos tiempos de juventud antes de su ronquera. Ahora un caldo tardaría muchas horas en servirse le llegó su tiempo. Ya sirvió a sus amigas gallinas llenas de plumaje, también de colores distintos como las flores del campo que se mueven de alegría con el viento.
Mi viejo reloj ronco, muy pronto ya no se escuchará en el corral escandalizando gallinas, ya se descarriló como el tren, pero su cantar seguirá perdurando en mis oídos como las campanadas de la iglesia de mi pueblo, que para ellas también hay primavera porque cientos de pajarillos se esconden junto a ellas y no siente que el badajo se mueva locamente invitando más feligreses a lucir su voz en los cánticos celestiales.
Qué linda es la primavera con sus mensajes de amor, pero qué linda es la vida sin importar las estaciones del año. Hay que vivir sin perder un minuto en enojos, en riñas en odios y vanos rencores. Eso es perder el tiempo que jamás se repone. La vida sólo es un pequeño viaje por lo que hay que aprovechar para tejer cosas que nos inspire el alma. Hay que recorrerla en tren o siguiendo los caminos del bien sin preguntar el nombre de la estación. Somos y seremos pasajeros enseñando el mejor camino a los hijos con sabios consejos de amor y seguir el brillo de un final hermoso.
Tijuana, B.C. marzo 14 de 2021.
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