Omar G. Nieves
A partir de hoy muchos de los que comenzamos a ver un partido de fútbol o a patear un balón desde nuestra infancia, sentiremos el llamado a practicar este deporte con más fervor, con un apasionamiento que irá creciendo conforme transcurran los días en el mundial de la FIFA, celebrado por primera vez en el continente Africano.
Los que no juegan físicamente el fútbol buscaran la compensación anímica con el playstation; el resto, o todos, se volcarán en las transmisiones de los partidos por televisión o internet. Así se reforzará la domesticación que en materia deportiva se emplea en el pueblo permanentemente, y que sirve para que surjan ídolos como Cuauhtémoc Blanco, Carlos Vela o Giovany Dos Santos, ejemplos para la imitación de los niños que estarán en sus casas queriendo ser como ellos. Primer paso.
Pero no basta el latir de corazón en un menor para que pueda ser como Superman o el Hombre Araña; es más, puesto que nunca podrá volar por el cielo o trepar edificios con telarañas, se forzará por aprender lo que sí puede hacer: jugar fútbol. Segundo paso.
La vocación se desarrolla cuando el deseo se intensifica a medida que las aptitudes y capacidades en el aprendizaje dan fruto. Lamentablemente, basta con que alguien o alguna circunstancia estropeen las aspiraciones, ya hecha pasión, para que todo se venga abajo; para que México y nuestra selección mexicana proyecten una mediana posición pese a la cantidad de habitantes que tenemos.
Qué les parece que el padre o la madre le impidan al hijo hacer carrera deportiva, peor aún: que lo traten de inútil. Qué les parece que el maestro de educación física tenga predilección por ciertos alumnos, que no fomente lo que ya dijimos: el interés y la práctica. Qué les parece que los equipos, los clubes, los organismos deportivos como la CONADE, la Femexfut y las empresas de televisión negocien ascensos, descensos, entradas y salidas de equipos y de los pocos jugadores que perseverantes llegaron a ser los nuevos ídolos.
Difícilmente así podemos acrecentar el abanico de posibilidades que, por ejemplo, Brasil tiene o que Estados Unidos ha llegado a tener en tan poco tiempo. Porque en el vecino país no fue la televisión la que hizo a Landon Donovan o Eric Wynalda; seguramente estos jugadores gringos adquirieron la vocación y se hicieron profesionales por otros medios, es lo que queremos decir.
La televisión puede ser una gran formadora en todas las profesiones y oficios, pero en nuestro caso creo que es al revés: es la gran deformadora junto con el SNTE; que habrá que reconocer, ha tenido sus modestos avances en últimos tiempos.
Las escuelas, eso es, por ahí se debe abrir el camino. Mientras tanto, nos quedará esperar con vana esperanza a que la selección llegue a los cuartos de final, y eso, aún con toda la euforia banal que desplegó la Iniciativa México. Guácala de pollo.
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