AHUACATLÁN
“Solo muerto me sacarán de aquí”, se escuchó decir aquel 25 de junio al temible “Talabartero”. La policía había acudido a su domicilio con el propósito de remitirlo a la cárcel, pero don José García Flores se resistió. No estaba dispuesto a pisar las ergástulas. Por eso es que prefirió enfrentarse a balazos a los de la ley, cumpliendo su palabra.
Ahí en su domicilio de la calle Aldama lo mataron, pero antes “se despachó” a más de tres, entre ellos al propio comandante.
Este martes se cumplieron 60 años de aquel imborrable suceso que forma parte de la historia de Ahuacatlán. Fueron más de dos horas de balazos, pero a partir de aquel 25 de junio de 1959, los habitantes de este pueblo podían salir a la calle sin el temor de toparse con ese hombre mal encachado, chaparrón y bigote arriscado.
El Talabartero se hacía llamar José Flores, pero hay quienes aseguran que su verdadero nombre era Severo. Quien sabe; pero se trataba de una persona que infundía mucho temor por su carácter agrio y hermético; más aún cuando caminaba por las calles montado en su caballo; sombrero ladeado y de zarape.
Aquel hombre habitó una finca que se sitúa en el corazón de Ahuacatlán, por la calle de Aldama, exactamente frente al Club Social y Deportivo. Era una finca construida a base de adobe, con ventanas laterales y puerta en medio.
Pasaba del mediodía de ese 25 de junio cuando se dio la orden de apresarlo. El Comandante –quien por cierto era oriundo de Ixtlán– encabezó el operativo; sin embargo fueron sorprendidos por el Talabartero, quien empezó a echar bala para ahuyentar a los policías y evitar ser detenido, no sin antes ordenarle a su esposa que abandonara el poblado.
Los agentes repelieron la agresión generándose así un intercambio de balazos que se escucharon por todo el pueblo. Se tuvo que pedir refuerzos a otras corporaciones de la región; pero a pesar del peligro mucha gente se arremolinó en las cercanías de la iglesia y del mercado, curiosos, exponiéndose a ser alcanzados por las balas.
Don José logró abatir al comandante y a por lo menos dos policías. Otro más simuló estar muerto luego de un rosón de bala. Fue esto lo que obligó a los de la ley a reforzar el operativo; e incluso se dinamitó la finca aprovechando el material explosivo que se resguardaba en otro inmueble y el cual era utilizado para abrir la carretera Ahuacatlán-Amatlán de Cañas.
Después de más de dos horas de enfrentamiento, los agentes lograron abatirlo. A eso de las cinco y media de la tarde recogieron su cuerpo. Lo colocaron en una tabla y así lo sacaron de su casa.
La gente miró aquella escena con el temor de que aún estuviera vivo. Su cadáver traspasó la plaza principal Prisciliano Sánchez, de ahí se le condujo a la presidencia y posteriormente al cementerio poniendo de esta manera punto final a ese suceso ocurrido pues hace exactamente 60 años.
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