¿Qué se siente? ¿Ansiedad, frustración, estrés, desorientación, soledad; o, por el contrario, consciencia plena, logro, paz y tranquilidad, concentración, afecto de y por los demás? Ayer fue un día para meditar en cuán dependiente somos del Internet y el resto de las telecomunicaciones.
Precisamente en fin de semana. En sábado. La gente salió de sus casas, y por un momento la plazas se llenaron de familias y amigos. Otros deambulaban a pie o daban la vuelta en su carro. Jugaban lotería y otros juegos de mesa en sus hogares. Pocos se concentraron en la televisión. Pero hasta ese aparatito cuadrado nos recordó aquellos tiempos de comerciales y de congregación familiar.
Seguramente los menos afectados fueron los lectores. Esos raros seres que aún prevalecen y que tienen el lujo, el gran privilegio de no vivir atrapados a la red. Y viceversa, los niños —triste decirlo— al fin supieron lo que es un mundo sin aparatos y videojuegos. Yo hice el experimento con uno de mis sobrinos. El que es más aficionado a las consolas de juegos virtuales. Le expliqué que se cayeron satélites y que no habría más Internet hasta dentro de un mes. Sólo un mes. Admito que hice mal al timarlo, peros sabía que mi propósito no sólo lo justificaba, sino que duraría pronto: Fue corriendo con su papá y le pidió que lo arreglara, que pagara para restablecer el servicio.
Luego en mi casa me quedé viendo los impresos de El Regional. Por un momento me brillaron los ojos pensando en cómo sería nuestro mundo sin el periodismo virtual. Volviendo a contar con todo el equipo humano y técnico de antes, para sacar a la luz las noticias. Los reporteros recogiendo la información de manera directa con los personajes, sin los vicios que dejan esas entrevistas telefónicas en dónde no ves las reacciones de tus interlocutores. Tomando fotografías y revelándolas en un estudio fotográfico. Redactando en las máquinas Oliveti de duras teclas. A un jefe de información revisando, a otro corrigiendo las faltas ortográficas, y a las muchachas maquetando y transcribiendo las páginas. Haciendo las placas en el cuarto oscuro, imprimiendo, distribuyendo, voceando. Sin considerar otras decenas de detalles… Como la recaudación de dinero por ventas, la contabilidad en hojas de cálculo, libros, y un largo etcétera.
Tenía tiempo que no me acostaba y tenía un sueño tan placentero como el de la noche de éste sábado y domingo. Después de mucho tiempo me acosté temprano y me levanté igualmente a esta hora que subo el artículo.
El viernes llegando de Tepic alcancé a facturar la gasolina en Ixtlán del Río, pero luego en Farmacias Guadalajara ya no hubo servicio para cobrar con tarjeta de crédito. La red se había caído. A través de un agregado en mis contactos que trabaja para el emporio Telmex – Telcel, me di cuenta que habrían sufrido daños unos equipos de energía en toda la zona sur. Se quedaban fuera los servicios de internet y telefonía móvil y fija.
Ayer aún algunos teníamos en nuestros hogares. Luego a mediodía se fueron yendo progresivamente hasta que nos quedamos desconectados. Fueron unas cuántas horas. ¿Usted cuánto tiempo calcula que estuvimos así? Muchos lo sintieron una eternidad. Poco antes de la medianoche, o pasado de la media noche fue regresando el servicio.
Y HENOS AQUÍ: Atrapados como siempre. Yo frente a un monitor escribiendo. Usted leyendo esta anécdota que nos fue común a miles de habitantes que en mayor o menor medida, nos hace bien y mal.
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