Techumbres que se resquebrajan, coladeras de agua en el cobertizo, pilares que se agrietan, enjarres que se desprenden, pisos cuarteados, lámparas fundidas, baches agigantados, socavones que tragan gente; y lo peor: medicamentos apócrifos.
Lo terrible de estas noticias no es que los desastres provengan por la agitación de la naturaleza; sino por las “Obras de la Gente”, de “Mover a México”; de moverlo, pero en trepidantes escándalos de corrupción y velados contubernios entre las empresas constructoras y el gobierno que las contrata en amañadas licitaciones que van dejando cuantiosas cantidades de dinero “al gestor” 1-2-3 y así hasta el más bajo peldaño que, paradójicamente, es el que “se para el cuello” como el presidente o el gobernador de “el cambio”. Porque en cuestiones de transiciones políticas, todos “son del cambio”.
Muchos lo llaman el “Club de Toby”, pero es una mafia, tal vez tan eficaz y peligrosa como la de los narcotraficantes. Se conforma por varios ingenieros, administradores y políticos; técnicos y funcionarios que se encargan de cumplir con los protocolos que exigen las leyes de transparencia, pero que insertan cláusulas – no importa el tamaño de la letra, sino la complacencia del que suscribe – para posteriormente engrosar el gasto de tal o cual obra. Así ocurrió con el Paso Exprés que dejó a dos personas muertas en un socavón. Las empresas Aldesem y Epccor obtuvieron el contrato por una oferta de 901 millones 602 mil pesos que aceptó la SCT (Secretaría de Comunicaciones y Transportes) porque le ahorraba 400 millones en comparación con la más cara. Pero al final, la SCT terminó pagando a Aldesem y Epccor mil 342 millones de pesos más de lo pactado, aun cuando recibió la obra con cinco meses de retraso.
Pero existen otros métodos. Desde reducir la calidad de los materiales, hasta sacrificar la mano de obra (en el Paso Exprés murieron 21 personas por accidentes “inherentes” al trabajo que realizaban).
El negocio de ser presidente o gobernador no está en meter la mano a la caja de la tesorería y extraer un fardo de billetes. Esos métodos arcaicos ya no se utilizan. Si acaso el más burdo de las estratagemas siga siendo el utilizar testaferros para meterlos en nómina. El verdadero ejercicio de la corrupción es conseguir obra y dársela a quien la ejecutará de acuerdo con sus estándares de calidad.
El cierre de la autopista Jala – Compostela por un deslave ocurrido hace poco, y que tardará 30 días en recomponerse, ¿tendrá algo que ver con lo que estamos hablando? Tal vez no. Pero en mayo de 2016, cuando ya estaban concluidos los primeros 25 kilómetros de dicha autopista, El Regional fue testigo de un socavón precisamente que tuvo que ser reparado a la altura de Heriberto Jara.
De las Obras de la Gente, los logros y desaciertos de Roberto Sandoval, nos ocuparemos dentro de poco.
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