A finales de los años cincuenta e inicio de los sesentas del siglo pasado, forjé un estrecho vínculo con mi amiga la bicicleta, que por cierto no era mía, sino de mi hermano, que se encabritaba porque yo hacía uso de ella. Haciéndome el enojado le decía que no la utilizaría más, pero él no le ponía candado, así que yo la agarraba una y otra vez.
Entre la bici y yo creo que había química, pues cuando recorríamos los barrios, las calles y callejones me escuchaba chiflar, cantar, visitar a compañeras de la Academia Comercial o reunirme con amigos en el Nápoles, en el jardín Etc. Ella, mi amiga la bici, conocía mis ambivalentes estados de ánimo.
Cuando todavía no se construía el portal nuevo, por la calle Juárez estaban algunos bares, El Cairo, El Ranchito, El Cine, entre otros negocios, y la casa de la familia del doctor González, mejor conocido como “tracateras”, a esta familia los visitaba un sacerdote de apellido Reyes y también usaba bicicleta.
Cierto día, al oscurecer, yo estaba en el jardín cuando se escuchan gritos desesperados. Fue cuando me percaté que en una de las cantinas asesinaron a una persona; me retiré despavorido, me monté en la bicicleta y me fui a casa, pero al llegar a ella me di cuenta que no era mi vehículo, era la del sacerdote, de inmediato me regreso y hago el cambio.
Algo peculiar de esos años en mi querido terruño, eran algunas fiestas familiares que se amenizaban con tocadiscos que reproducían la música de la época en discos de 78 revoluciones, marca Peerles, Víctor, Orfeón; color negro, pesados de un material creo que de vinil que contenían solo una canción por cada lado
Una señora de nombre María Contreras, se dedicaba a este negocio y era contratada para amenizar las fiestas. En una carreta con llantas de bicicleta, con su tocadiscos, amplificador rapson, cables, bocinas llegaba a los domicilios, se instalaba y a empezaba el ambiente, el cobro por hora sin duda sería entre uno o cinco pesos.
Como complemento de su equipo de trabajo incluía un gran número de discos y agujas metálicas ya que hacia el cambio casi en cada disco y entonces si, a disfrutar de la fiesta con las orquestas de moda, como Pérez Prado, Mariano Mercerón, Pablo Beltrán y los grupos de rock con los baladistas Cesar Costa, Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Alberto Vázquez, los Hermanos Carrión, por mencionar algunos.
Recuerdo que por el barrio de El Camote eran muy solicitados los servicios de doña Mary y como dicen que DONDE BAILAN Y TOCAN TODOS SE ABOCAN, pues yo algunas veces hacía acto de presencia, dejaba la bicicleta en la banqueta con su candado y allí quietecita me esperaba, solo me llevaba en el cinturón la bomba con que se ponía aire a las llantas, la liga metálica colocada en el tobillo para impedir que el pantalón se atorara en la cadena de la bici y a disfrutar un poco de la música de la época, nadie me decía nada, aunque sea de espectador me aceptaban.
Ahora bien, si se trataba de hacer sentir la emoción pues la música de tríos o nuestra música ranchera interpretadas por Lola Beltrán; la Torcasita; Pedro Infante, Cuco Sánchez, Lucha Villa, Miguel Aceves, los Hermanos Sáizar entre otros.
En una ocasión, yo tendría nueve o diez años, un cinco de enero, doña Mary y su tocadiscos llegaron al callejón Jiménez, donde vivíamos, acomodó su equipo y dio inicio el ambiente musical, iniciando con las mañanitas. No supe quien le regaló a mi madre ese momento musical por motivo de su cumpleaños. Mi madre pedía canciones y más canciones, empezaron a llegar vecinas y algunas parientes.
Y ya con ruidito como arte de magia siguió el traguito, mi madre ya estaba en ambiente al igual que sus invitadas y entre cantada y cantada afloró en su ronco pecho: “¡AY MUERTE NO VENGAS ORA QUE ESTAMOS ENFANDANGADOS, HAY VENDRÁS OTRO DÍA QUE ESTEMOS DESOCUPADOS!”
Claro, cuando el billete alcazaba, pues el Mariachi Ixtlán hacía lo propio, u orquestas donde tocaban algunos miembros de los Altamirano. Etc., Creo que había dos bailes de gala al año en que se contrataban orquestas de reconocido prestigio, el 17 de septiembre, y en octubre un baile conocido como el de blanco y negro, donde las parejas acudían elegantemente vestidas. Mi plumaje no era de esos. Estos bailes a veces se celebraban en la Quinta Ruiz o en un local de Calixto Rivera… escanio7@hotmail.com
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