“Tienes qué madrugar”, me dijo el administrador de la clínica 17 del Seguro Social. La primera vez llegué 12 minutos antes de las ocho de la mañana. La fila yo creo que alcanzaba los 64537476 metros. Imposible que me tocara. “Creo que debo de llegar mucho más temprano”, dije para mis adentros.La segunda ocasión arribé a eso de las seis y media de la mañana. Pensé que sería de los primeros; pero no, ya había 13 personas adelante de mí. Tampoco alcancé. Regresé a la casa totalmente abatido. De nada me sirvió la madrugada. “tienes que venirte más temprano” me advirtió el mismo administrador. “A la tercera debe ser la vencida”, balbuceé.
Toda la noche estuve maquinando, planeando, ideando la manera de ser el numero uno, o cuando menos de los cinco primeros. Pensé en varias alternativas: Instalar una casa de campaña en el exterior del seguro. Pedirle al velador que me permitiera relevarlo unas horas, aunque no me pagara nada. Hacerme el enfermo, internarme y “aliviarme” a las cuatro de la mañana. En fin.
Al final de cuentas decidí levantarme a las cuatro y media de la madrugada. Lunes templado. Con carpeta en mano me dirigí al seguro. Confiaba en ser el primero, pero 30 metros antes de llegar escuché algunas voces. ¡Seis personas estaban ya ahí!; ¡Yo era el séptimo!
Tres de ellas eran mujeres, una había llegado desde las cuatro. Pensó que sería la primera, pero de pronto escuchó unos ronquidos. Se trataba de un hombre robusto y pelo ensortijado. Después conoceríamos que éste había arribado al seguro desde las tres de la madrugada.
Como derechohabientes todos queríamos que se nos liquidaran los montos por concepto de traslados. La fila creo que llegó a veintitantas personas. El dinero disponible solamente alcanzó para siete u ocho. El administrador fue pagando conforme habíamos llegado.
Hubo algunos que llegaron a las cinco y media de la mañana. Venían de Jala o de Chapalilla, de La Ciénega o de Marquesado. Varios de ellos, al igual que yo, ya habían acudido dos o tres veces, sin tener éxito.
Este sistema de pagos desde luego no tiene conforme a muchos derechohabientes. Algo deben hacer los encargados de administrar las finanzas en la dirección central del Seguro Social para evitar este tipo de molestias. Mientras tanto no nos queda de otra sino el de seguir “apechugando”.
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