A un amplio sector de la población, residente y foráneo, pero al fin de Ixtlán, le duele la somnolencia por la que atraviesa la administración de Pepe Alvarado. Un alcalde conciliador y dado a los acuerdos, pero con poca iniciativa y oficio político para encarar los problemas y atreverse a desafiar al sistema, el PRI gobierno, al que podría haberle extraído – quien sabe si todavía tenga tiempo – más obras, y menos “elefantes blancos”, aunque propiamente dicho, se debería hablar de uno solo, el único: El Rey Nayar.
Esa obra que Roberto Sandoval quiso exaltar como Torre de Babel presentándola desde su inicio como la mejor de Latinoamérica, luego como la mejor de México, olvidándose que a no muchos kilómetros de aquí, el Mercado Corona de Guadalajara tiene un esplendor mucho mayor que cualquiera.
Pero así es esto de la mercadotecnia política. La idea era conseguir que los locatarios desalojaran un inmueble evidentemente deteriorado, anacrónico para el tiempo y con muchas deficiencias sanitarias. Lo malo no fue la mentira publicitaria para quitarlos, sino el incumplimiento para ejecutar la obra. Cuando al principio se habló de seis meses, esto parece que se llevará el año y medio.
Poco importan las excusas cuando se trabaja bajo un programa de trabajo. Por más escollos que haya en el camino, no se justifica que una obra se postergue tanto tiempo, y justo hasta el año electoral. ¡Qué coincidencia!
Fuera de esto, un alcalde panista como lo es Chuyín Bernal, ha sabido rehabilitar más calles que su homólogo en Ixtlán. Y no como lo señalan algunos usuarios de la red, con parches que a los días se desmoronan, sino con obras sólidas. Las cáscaras de coco duran más que el asfalto que recubren los pozos en Ixtlán.
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