Esta vez el presidente fue muy prudente al mencionar alguna fecha, de hecho jamás la ha dado. Sin embargo, y ante el retraso en el plan de construcción del nuevo mercado Rey Nayar, en otras ocasiones solía informar sobre los plazos tentativos. Ahora hubo total hermetismo. Lo cual es muy bueno, pues significa que de un momento a otro nos dan la noticia.
Porque así es esto, pareciera un juego de adivinanzas. Los políticos suelen vislumbrar el futuro, jugar con los términos de una empresa, sea grande, sea chica; y después de alimentar nuestras esperanzas y su vanidad, hacer un compás de suspenso, como en el teatro y las telenovelas antes de llegar al desenlace.
En el caso de Pepe Alvarado las circunstancias lo han obligado a entrar en ese comporte debido a lo que ya hemos informado. Primeramente, el acumular las voluntades de los locatarios, lo cual no fue tarea fácil; después a esperar el tiempo propicio para que éstos mismos aprovecharan la época – que si no erramos tuvieron lugar durante el periodo vacacional de Semana Santa –, e hicieran sus últimas ventas; luego la espera de la maquinaria pesada, seguido de la contratación de personal – con todo y las protestas de los obreros locales –, algunos permisos para la instalación subterránea de la energía eléctrica, y un largo etcétera que solo los propios encargados de la obra conocen.
Se ultiman detalles. Pero la certeza es que en un par de semanas se entrega la obra. Luego viene la decisión final por parte del gobernador. Tal vez la última gran obra que entregue en su sexenio. Mucho pregón ha hecho el Ejecutivo al respecto. Él fue locatario. Creció entre los corredores de un mercado. Y tal vez el último estirón en su carrera política sea el día que inaugure con bombo y platillo el Rey Nayar.
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