¿Qué tienen en común todos esos libros de la foto? Los hermana – de entrada – que son obras francamente chingonas, y bueno, da la casualidad que fueron todos escritos por narradores nacidos en los Estados Unidos. El país del divino Poe (que cumplió años el 19 de enero al igual que la gran Paty Highsmith). El país de Faulkner, Cormac McCarthy, Fitzgerlad y Salinger; de Auster (mi vicio confeso) y DeLillo; de Roth, Pynchon y Carver; de Chandler, Kerouac y el odioso Ellroy; de Lovecratf, Hawthorne y Joyce Carol Oates; de Melville, Henry James y Twain. Si le seguimos me chuto mil y tantas palabras de pura bibliografía.
Ahora que si hablamos de música podría decirles que es el país de Slayer, Dead Kennedys, Social Distortion, Agnostic Front, Neil Young. Pero eso es harina de otro costal. En fin, demasiados libros hechos en Estados Unidos que me han volado la cabeza.
Por supuesto ni Donald Trump ni sus seguidores los han leído porque la basura bíblica y creacionista que lo apoya sólo lee los evangelios y porquería estilo padre rico y The art of deal. También estoy seguro que la gran mayoría (por no hablar de la totalidad) de la intelectualidad estadounidense rechaza al mórbido payaso de la Casa Blanca.
Si aplico el boicot sugerido por algunos de mis paisanos ¿se supone que también debo de dejar de leer autores gringos? ¿Debo quemar mi colección de Paul Auster y Cormac McCarthy?
Ya en serio: ¿a qué voy con todo esto? Estados Unidos y su cultura me han dado mucho. Cierto, tienen una parte (en realidad una parte descomunal) que es detestable al igual que México tiene la suya, pero para mí el triunfo de Trump no va a redundar en que yo cierre una frontera cultural y me aísle. No voy a responderle a Trump con trumpismo ni voy a combatir la xenofobia siendo xenófobo.
Por ejemplo, a California yo no lo veo como un enemigo, sino como un aliado. La mayoría de los californianos, no lo olvidemos, rechazaron y rechazan a Donald Trump. Le guste o no al payaso, nosotros habitamos en una mega-región, un corredor comercial, macroeconómico, turístico y cultural que corre desde Los Ángeles hasta Ensenada. La mezcla de culturas forma parte de nuestro día a día y va a seguir existiendo con o sin TLC.
No es momento de encerrarse a piedra y lodo y trazar un muro mental que nos aleje del vecino. Tampoco concibo a quienes se ponen a espetar soberanas pendejadas tales como “ahora vamos a hostigar a todos los gringos que viven en Baja California para que sientan el rigor”. Carajo, es lo peor que podríamos hacer. California no es Donald Trump, Estados Unidos no es Donald Trump y creo que será la intelectualidad estadounidense y su no poca gente pensante quienes enarbolarán la principal bandera de resistencia contra el déspota que ahora duerme en la Casa Blanca y que espero no duerma ahí por mucho tiempo.
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