Dicen que en Ixtlán “Todo puede suceder”. Es el pueblo de las mil y una anécdotas. Hasta de los cimientos de una banca sacan chiste, la broma, la hablada y ésta salta como pelota y rebota por toda la ciudad. Al rato, como por arte de magia, todo Ixtlán conoce el nuevo cuento o lo que sucedió en tal parte. Pero la versión original, ya va aumentada, adornada, aderezada. Y es que cada informante le pone algo de su cosecha.
Ixtlán en realidad no necesita de periódicos. Mi bien recordado amigo, el extinto “Japonés” – menos conocido como Juan José Arreola –, aquel de la moto y cangurera, por ejemplo, con suma tristeza un día se quejó conmigo de la competencia verbal, ruinosa, que se les hace a los diarios locales. Porque la noticia que da la prensa al día siguiente, ya es conocida, digerida, por todos los rumbos de la población; más aun ahora con el internet y las redes sociales.
“Ya es una señora vieja, arrugada, caduca”. El pueblo la supo por los voceros espontáneos de la palabra hablada. No es que el ixtlense sea chismoso o hablantín. No, que va. Sencillamente es un pasatiempo, que aunque no deja dinero, divierte, hace gozar a los propaladores de la anécdota o el suceso que corre vertiginoso, sin parar de boca en boca.
Y las sueltan, las platican como si en ello se jugara la vida o la bolsa: “Que ya se perdió otra vez Pancho Porras”. “Que Managüito va otra vez como candidato”. “Que fulana fue a Zapotlanejo a traer ropa para vender”. “Que Hugo Villagrán agandalló a los profes”. “Que Chuyita perdió con el segundo frente y que lo abandonó llevándose todas las “chivas”, que le compró incluyendo el perrito blanco que se orinaba en la banqueta del vecino”. “Que al fin se le hizo a Cuco”.
Y así por el estilo, la nota fresca, recién horneada llega a las casas de los ixtlenses sin necesidad de pagar un solo centavo. La información es gratuita, regalada; aunque otros prefieren enterarse de la noticia un poco más a fondo leyendo el Express, El Regional, a escuchando a El Yery, en fin.
Los tipos pintorescos, malhablados, anecdóticos, abundan en Ixtlán; y ahí está el propio Pancho Porras o los inolvidables Jojoles, Efraín Garrafa y Pedro Huevos… Sobre ellos se tejen, se cocinan, anécdotas sin fin. La gracia, la sal, con que se elaboraron y se dicen conforman la riqueza de esta aportación a la cuentística.
Mi tocayo Francisco Javier es un hombre que se las sabe de todas en estos quehaceres narrativos del sucedido o la anécdota. Y las relata con bastante ingenio y agudeza.
La cosecha es surtida y variada. Cuenta por ejemplo el caso de un hombre que fue presidente municipal, Apolinar Castillo se llamaba.
Un mal día, éste asistió a un ejido a inaugurar un sistema de agua potable. Y el discurso de rigor no se hizo esperar, máxime que la petición de que hablara fue unánime. Don Apolinar tomó el micrófono y empezó a darle vuelta su ronco pecho:
“Tengo 32 años en estos menesteres – dijo el entonces alcalde –. Aquí dejé mi juventud, mis energías, mis economías, mi vida entera. Verdaderamente – expresó con voz emocionada – ya estoy cansado…”.
Y para desgracia de don “Poly”, entre la concurrencia se encontraba un famoso personaje que, oportuno y ocurrente como siempre, se paró en el mero centro del acto y le grita: “¡Pero no renuncias hijo de la chingada!”. Las carcajadas del pueblo y la risa a fuerzas de don Apolinar duraron varios minutos.
Hay otra anécdota ocurrida allá por mil novecientos cuarenta y tantos relacionada con un tal Teófilo Hernández, y relata que en la campaña política de éste llegaron a un sitio determinado donde les informaron que el mentado “Teo” se encontraba enfermo. Que le había pegado una embolia y que estaba chueco, tullido, dado al catre.
La comitiva fue a su casa a visitarlo y alguien le dijo: “Oye Teófilo lamentamos de veras lo que te pasa, pero es casi seguro que estás como estás por tantas chingaderas que has hecho en tu vida. Por eso estás tan torcido…”
Y don Teófilo, que nunca dejaba que le pisaran el caballo, le contestó de inmediato: “Si de las mañas y chingaderas se torciera la gente, tu madre estuviera como un cigüeñal”.
En fin, son estos algunos pasajes del Ixtlán de ayer, de aquel que ya se fue pero del que intentaremos rescatar aunque sea un poquito. ¡Sale y vale, pues!
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