Duró más de 20 años en el OOMAPASI. Y pese a sus limitaciones nunca dejó de trabajar. Descansa en paz un amigo que merece el reconocimiento de Ixtlán.
IXTLÁN DEL RÍO.
Conocía cada rincón de Ixtlán del Río. No le eran desconocidos los nombres de las familias de la ciudad. Su trabajo le permitió conocer la situación de los hombres de este terruño en dónde dejó su ombligo y en donde se le habrá de recordar para siempre.
Mi entrañable amigo César Hernández Altamirano merecía el reconocimiento en vida. No ahora que se durmió en la muerte. El municipio al que sirvió durante más de 20 años como auxiliar y notificador del Oomapassi —Organismo Operador Municipal de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Ixtlán— se lo debe. Nosotros lo hacemos como fue su voluntad.
Desde joven inmigró a los Estados Unidos. Allá se forjó el espíritu de un hombre trabajador, dedicado a cualquier labor por muy pesada que fuese. Fue la insuficiencia renal crónica, la pérdida de la función renal, lo que le hizo regresar a México. Aquí fue y vino durante 8 años a la unidad de hemodiálisis del IMSS en Tepic. Cada tercer día nos encontrábamos en el hospital. Su carácter afable y simpático le hizo conocer a una de las enfermeras más lindas que teníamos y que llegó a ser su novia.
Tras un largo periodo de espera la oportunidad llegó. Pocos lo logran. Pero César siempre tuvo la fortaleza y la virtud de la paciencia. Fue allá por el 2010 cuando lo trasplantaron en el Centro Médico Nacional de Occidente recibiendo un riñón de un donador cadavérico. Su trasplante lo dejó como nuevo.
Mi buen Capi cuidaba mucho su riñón. Él estaba muy bien. Al principio tenía dos empleos simultáneos a parte del Oomapasi. Repartía agua por las tardes y los fines de semana. Así logró cumplir su sueño: tener su propio patrimonio familiar: su casita; un hogar que compartió con su esposa Rosy y su hijo Luís Emiliano.
Infortunadamente tras 9 años de estabilidad, sufrió un problema que requería una intervención quirúrgica que no debió complicarse. Fue en Centro Médico de Occidente en dónde se la hicieron. Y fue ahí cuando empezó a tener problemas de infección y otros más que lo limitaron. Luego de perder nuevamente la función renal, se le detectó un cáncer en la axila. Pero César jamás se dio por vencido.
Sólo para que se imaginen quién era mi amigo: se levantaba a las 5:00 de la madrugada, se iba a hemodiálisis a las 6:00 y tras tres horas de estar en las máquinas se iba a trabajar a la presidencia para entrar a las 9:00 am. Luego de cumplir con sus obligaciones laborales se trasladaba a Tepic a recibir sus radiaciones, y tras un largo periodo de espera regresaba a su casa ya por la noche. Los fines de semana seguía repartiendo agua en garrafón. Jamás se doblegó, nunca se rindió, luchó hasta el final y, para sorpresa mía, no fue como él lo esperaba, postrado y retirado del servicio. César Hernández Altamirano murió con los zapatos de trabajo bien puestos.
La última vez que lo vi fue la semana pasada. Ya traía su hernia en el estómago. Pero antes, hace como un mes, coincidimos en el Centro Estatal de Cancerología. Fuimos compañeros de enfermedades y compartíamos muchas cosas cada que nos encontrábamos. Ahí me pidió escribir este artículo. Me hubiese gustado que lo leyera, pero sobre todo que viera el alud de amistades que le están profesando su cariño en redes sociales.
Sólo me quedo con una última gestión que hago pública y encarecidamente dirigida a Elsa Nayeli: César te agradece la oportunidad que le brindaste para seguir colaborando en el Ayuntamiento sin tener la base laboral. Y si le haces un reconocimiento por los años que duró en la administración pública desde con Managüito, muchos ixtlenses te estaremos muy agradecidos.
Descansa en paz amigo. Nos reencontraremos junto con Lourdes.
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