Dicen que vi la luz primera en un cuartucho techado en teja, muros de adobe y piso de tierra.
Sobre una desvencijada cama dona Chole atendió a mi madre y ahí nací. Pegué chillantes berridos y mi padre se asustó al ver aquel ente viviente de pies flacuchos, panzón y cabezón.
Calle Abasolo del barrio de La Presa. El Registro Civil de Ahuacatlán señala el 13 de agosto de 1958 como fecha de mi nacimiento. Don Alejo Enríquez firmó el Acta.
Sumo y resto, resto y sumo y así me doy cuenta que para éste sábado cumpliré entonces 58 años. ¡Dos más y seré un sesentón!; aunque desde hace cinco que ya los aparento.
Me siento y me veo “avejentado”. Mi escaso pelo se cubre de canas de manera acelerada. Mi piel se marchita a pasos agigantados y mi cabeza. ¡Mi cabeza es un caos!
Creo que la demencia senil me acosa inmisericordemente. Me resulta difícil recordar muchas cosas y en mis ojos observo una extraña opacidad.
Quisiera vivir solamente el presente sin transportarme al pasado ni pensar en el futuro. Centrar mi atención en lo que existe aquí y ahora y buscar la plenitud en todo momento.
Me gustaría dejar de emitir juicios para sentirme ligero; dejar de lado el miedo y enfrentar la vida con valentía.
Veo pasar los días a la velocidad de la luz, aunque las noches me parecen eternas. Horas tardo para conciliar el sueño y al menor ruido despierto.
La vida, lo afirmo, se ha ensañado conmigo. Soy su víctima, pero también me ha dado muchas satisfacciones.
A mis 58 años y empiezo a tener la sensación de que no he hecho las cosas demasiado bien durante mi vida. Intento alejar los pensamientos negativos de mi mente, que son bastantes, pero me cuesta.
He causado daños sin imaginar las consecuencias. Vivo al día. Dos de mis cinco hijos están casados; los otros tres están conmigo. ¡Síííí!; ¡Tengo dos nietos!, una hembra y un varón. Ambos hacen menos tenue la oscuridad.
No conozco la ambición. Me da flojera. A veces tengo para comprarme una nieve o un trozo de sandía y otras ni para eso alcanzo. Hoy ni siquiera he cenado (qui´al cabo ni hambre tengo).
58 años tengo escuchando los sonidos de la vida y los ruidos de la calle.
58 años, disfrutando el sentir de la lluvia, el aire, el granizo y los rayos del sol.
58 años, sintiendo la necesidad de decir muchas cosas a mis seres queridos.
58 años, escuchando risas, llantos, alegrías, tristezas, miedos, bienestar, silencio.
58 años, tratando de reír, mientras otros lloran; o llorar mientras otros ríen.
Metas no cumplidas, miedos reprimidos y no sé si alcance la sexta estación. Merman mis facultades. Se atrofia mi mente… Se escapa la vida.
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