Un espacio limpio, accesible y con sabor a pueblo, donde el paisaje florece con frutos y memorias.
AHUACATLÁN.
En el corazón de Ahuacatlán, el andador «Arca de Noé» se ha convertido en un ejemplo de cómo un espacio público bien cuidado puede ser sinónimo de salud, historia y comunidad.
Con una extensión aproximada de un kilómetro, este andador —cuya construcción data de principios de este siglo— fue una iniciativa visionaria de dos emprendedores locales, Chon Peña y Nino Quesada, quienes imaginaron un lugar para el esparcimiento y el reencuentro con la naturaleza.
Hoy, el «Arca de Noé» luce limpio, accesible, cómodo y con una imagen agradable que invita al paseo, al descanso o al ejercicio.
Su excelente mantenimiento ha sido clave para conservar su esencia: un corredor verde que respira con el pueblo y para el pueblo.
A lo largo del trayecto, los visitantes pueden disfrutar de una variedad de árboles de ornato, frutales y plantas medicinales que no solo embellecen el entorno, sino que también conectan con las tradiciones rurales de la región.
En temporada, las ramas se llenan de ciruelas, pitayas, mangos, nanches, guayabas, y recientemente, los guamúchiles despidieron su estación.

Una de las particularidades de este lugar es que no se prohíbe cortar los frutos, siempre que sea con moderación. “Son para el pueblo”, recuerdan algunos paseantes, rememorando el espíritu con que fueron cultivados: compartir lo que la tierra da.
El andador es también una ruta predilecta para quienes practican acondicionamiento físico.
Muchos inician su recorrido desde El Cerrito, hasta llegar al punto conocido como el Arca de Noé, donde antaño funcionó un pequeño balneario, rumbo a la salida hacia Amatlán de Cañas.
El Andador Arca de Noé no solo es un espacio para caminar, sino un símbolo del esfuerzo comunitario, la visión local y el amor por la naturaleza.
Un rincón que demuestra que el cuidado colectivo y el respeto por la tierra pueden transformar un sendero en una joya viva del municipio.
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