Crónica de una noche que recordó el valor de lo sencillo.
IXTLÁN DEL RÍO.
“¿Y también yo puedo entrar?”, preguntó una dama de edad madura, con voz suave y algo de timidez. Dudaba en cruzar la puerta del Salón Las Fuentes del Rodeo Cristo Rey, donde minutos después comenzaría el primer informe de gobierno del presidente municipal, Memo Ramírez.
La señora entró sin problema, aunque eligió sentarse a un costado, observando todo con la prudencia de quien no quiere perder detalle.
Afuera, José Luis Parra hacía maniobras complicadas con su Jetta azul, intentando estacionarse “de ladito”, mientras un perro noble y tranquilo dormía junto a los ventanales, sin entender por qué tanta gente vestida de gala entraba y salía con prisa.

Dentro del salón, un niño escapó de las manos de su madre y subió al templete como si fuera parte del espectáculo. Fue interceptado justo antes de alcanzar el micrófono. Risas discretas. Algunos aplaudieron su valor.
A un costado, una señora abanico en mano comentaba en voz alta: —Nomás que no vayan a tardar tanto, porque se me enfrían los tamales que dejé en la olla. Y su vecina, entre carcajadas, le respondió: —Si hay suerte, igual aquí nos dan de cenar.
Entre los murmullos y las fotos con celular, un hombre derramó accidentalmente su botella de agua. Nadie se enojó. “Es bendición”, dijo alguien, y todos rieron.
Ya en el estrado, Memo Ramírez tomó la palabra. Su discurso fue sereno y firme. Enumeró obras, apoyos, avances y proyectos que, según explicó, buscan darle a Ixtlán un nuevo impulso. Hubo aplausos sinceros, algún bostezo disimulado, y más de una mirada curiosa hacia el reloj.
Cuando por fin concluyó, el ambiente se relajó. Los asistentes se levantaron, algunos se acercaron a saludar al alcalde, otros fueron directo a tomarse la selfie del recuerdo.
El perro seguía ahí, ajeno, estirándose con calma, como quien también da por terminada la jornada.
Al final, todos se marcharon con la sensación de haber compartido algo más que un informe: una noche de pueblo, de risas, de anécdotas que se contarán mañana en la plaza o en la panadería.
Porque en Ixtlán, donde lo cotidiano tiene alma y cada gesto deja huella, esta fue una noche que recordó el valor de lo sencillo.
























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