Don Emilio Cossio, un hombre que deja un gran legado por su generosidad y sus insoslayables deseos de ver a un Ixtlán más próspero.
IXTLÁN DEL RÍO.
No se… no sé cuántas ocasiones conversé con él. Pero siempre sostuvimos diálogos no solo cordiales, sino muy amenos. Así era don Emilio. Las pláticas eran divertidas y la mayoría de las veces me dejaron una enseñanza.
Lo conocí allá a mediados de los 80´s; pero no fue sino hasta 1994 cuando iniciamos una amistad más cercana.
Dado mi oficio de periodista, solía visitarlo con frecuencia. Muchas veces dialogamos en el exterior o interior de Las Grúas Cosío; otras veces lo hicimos en las instalaciones de la “Policía Federal de Caminos”, hoy convertida en Guardia Nacional -división caminos-.
Incontables fueron las veces en los que los encuentros tenían lugar en accidentes carreteros. Ambos acudíamos a ellos obedeciendo cada cual a su trabajo: Don Emilio en calidad de equipo de rescate y un servidor como reportero. Siempre hubo respeto mutuo
¿Cuántas veces lo entrevisté? No se. Una, dos, tres, cinco; qué se yo. Pero nunca puso trabas. Al contrario, don Emilio siempre accedió. A veces sentados en los batientes, en las defensas de algún vehículo, en la banqueta. En fin.
La mayoría de los temas que abordábamos estaban relacionados con el quehacer público y más específicamente con el desempeño de los gobiernos en turno, tanto del ámbito nacional, como estatal, regional y municipal. Don Emilio Cosío detestaba las injusticias sociales y abrazaba proyectos e ideas progresistas.
Conocí parte de su historia, Me contó cómo fue que se estableció en Ixtlán del Río, las acciones que realizaron para ver a una mejor ciudad, como fue la agrupación “Amigos del progreso”, creadora de muchas obras sociales.
Paso a paso, me explicó qué, cómo y por qué, fundó la Cruz Roja de Ixtlán, de la cual fue benefactor y colaborador, desde su inicio hasta que las fuerzas se lo permitieron. Su visión siempre me causó admiración, pues don Emilio quiso mucho a estas tierras y por eso deseaba un mejor porvenir para todos.
Bromeaba a menudo. Solía mofarse de sus amigos, pero sin dolo, sin mala intención. Humor blanco pues.
“¡Quiúbo manito!”, exclamaba con singular acento. Luego la plática versaba sobre el acontecer cotidiano. Luego cambiaba el rictus al momento de inclinarnos a los temas serios, incluyendo aquello de tintes políticos. Don Emilio manejaba un criterio de vanguardia.
El pasado lunes la sociedad de Ixtlán y sus alrededores recibió la triste noticia. Una complicación orgánica marcó el final de su existencia. Este miércoles fue sepultado; pero su legado, su filantropía, su generosidad y sus insoslayables deseos de ver a un Ixtlán más próspero, quedará en nuestras memorias. DESCANSE EN PAZ.
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