Francisco Javier Nieves Aguilar
Compartí las aulas con Gaytán, en la escuela de turismo de la Universidad Autónoma de Nayarit. Siempre admiré su inteligencia. Participaba mucho en clases; solo que tenía un defecto: Constantemente explotaba. Por cualesquier cosa se enojaba y no había nada que lo contentara.
Una vez hizo un berrinche con el Padre Chencho –mi maestro de francés–. Creo que la calificación aquella vez no le gustó; y un día que no fue a clases, el citado sacerdote nos ilustró con una historia que plasmé a mi manera en un cuaderno especial que aún guardo con muchísimo recelo. Era una especie de cuento y decía más o menos así:
Un día caluroso Buda estaba atravesando un bosque acompañado de su discípulo Ananda, que estaba viviendo momentos difíciles y necesitaba paz interior. En un momento del camino le dijo a su discípulo Ananda:
— Por favor, tráeme agua del arroyo que acabamos de cruzar.
Pero cuando Ananda llegó al arroyo, vio que al pasar por ahí habían removido el cieno convirtiéndolo en un lodazal. El agua estaba tan sucia que Ananda decidió no cogerla y volver. Al llegar donde dejó a Buda le dijo:
— Más adelante hay un gran río. Te traeré agua de allí.
Pero Buda insistió:
— Vuelve atrás y tráeme el agua del arroyo que te dije, por favor. Si el agua esta muy sucia no vuelvas inmediatamente. No hagas nada, solo siéntate en silencio en la orilla y obsérvala. Tarde o temprano el agua volverá a bajar limpia.
Ananda hizo caso a Buda, pero llegó al arroyo enojado. Como seguía el agua sucia, se sentó a esperar. Al cabo de un rato, el enojo se le había ido, al contrario, por haber estado allí sentado, contempló la naturaleza y obtuvo la paz que estaba buscando.
Cuando miró en el arroyo, otra vez estaba el agua limpia. Entonces volvió donde Buda con un jarrón lleno de agua y agradecido por la lección que le acababa de dar.
Por eso, a ti que lees estos párrafos, te digo que es importante que destinemos parte de nuestro tiempo a mirar adentro, explorar lo que guardamos, y contemplar con paciencia hasta que la paz llegue, tarde o temprano vendrá.
Si puedes hacerlo, tómate un respiro, aprovecha para ir al campo y observa la naturaleza, verás que al volver te sentirás renovado.























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