A pesar del sol que con inclemencia caía, dispusimos trasladarnos hasta la región de La Meseta de Juanacatlán desplazándonos por la carretera que conecta a Jomulco con aquella apartada región perteneciente a la geografía de Jala.
El olor a pino y roble se empezó a percibir mientras nos acercábamos a Los Aguajes; pero en el trayecto observamos cómo es que los agricultores de esta zona se están inclinando por el cultivo de aguacate.
El frío de la temporada ha hecho que los huertos de durazno luzcan un tanto resecos, pero también avistamos muchos otros árboles frutales y hierbas curativas que crecen entre la naturaleza viva.
Un hombre que arreaba una remuda cargada con dos maderos y un par de mujeres lavando en sus corrales fueron las primeras imágenes que captamos. Aire puro, limpio el que pudimos aspirar al apersonarnos en estos puntos.
Fuimos testigos de algunas obras que el presidente municipal entregó a los lugareños y al mismo tiempo nos recreamos con ese hermoso panorama que se puede apreciar desde “las alturas” dado que nos encontrábamos a no menos de dos mil metros sobre el nivel del mar.
No podíamos permanecer 10 minutos bajo el sol porque los rayos quemaban nuestra piel; pero tampoco soportábamos el frío de la sombra. Así es que anduvimos de un lado a otro, entre sol y sombra; “Nosotros ya estamos acostumbrados”, me dijo Miguel Jacobo, residente de este poblado.
Después conversamos con algunas mujeres lavando ropa bajo un árbol. Lavaderos de granito y de piedra son los que utilizan. Notamos su dificultad para estos quehaceres debido principalmente a la escasez de agua. “Ahorita todavía brota mucha, pero en mayo tenemos que levantarnos a las 2 de la madrugada para lavar, porque casi en esos tiempos se reseca el pozo”, señaló una señora de tez morena, refiriéndose al pequeño ojo de agua que nace en ese lugar.
Antes nos habíamos deleitado con unas quesadillas y unos guisos que acompañamos con tortillas hechas a mano; del comal a la boca, masa 100 por ciento de maíz, ¡deli-cio-sas!
Caía la tarde cuando nos desplazamos hacia el Nogal de los García –una comunidad anexa al poblado de Rosa Blanca–. Desde ahí avistamos el volcán El Ceboruco, casi a la altura de este pequeño conglomerado en el que habitan siete u ocho familias.
Gallos y gallinas, pollitos, un corral de conejos y algunos cerdos merodeaban en el lugar. “allá está el segundo cerro más alto de Nayarit”, nos explicaron, para luego informarnos que no lejos de ahí se localizan tierras del municipio de Jalisco y de La Yesca.
Una mujer bonachona comentó que era ella esposa del mayor de los hijos que procreó la familia que fundó el Nogal de los García y fue ella misma la que me regaló una docena y media de huevos, “estos no tienen nada de cochinadas porque mis gallinas comen puros alimentos naturales” me dijo.
Poco antes me había engullido al menos tres chayotes cocidos con leña; “estos sí tienen espinas”, me dijo Monreal, en tono malicioso. No entendí que quiso decir con ello.
La jornada continuó con el regreso a Jomulco-Jala y en menos de 30 minutos arribamos a las llanuras cercanas a la mancha urbana con la satisfacción de haber disfrutado de un sábado agradable en extremo, fuera de tensiones y de nuestro mundo cotidiano.
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