“¡Acérquese joven!; ¿Quiere conocer su suerte?”. Esta es la frase que más veces pronuncia al día don Francisco García Rodríguez, un sesentón que llegó a hace días a Ixtlán del Río, procedente de Guadalajara, Jalisco.
El hombre, de complexión delgada y un tanto desconfiado, se planta diariamente en la plaza principal provisto de una pequeña jaula adornada con dos pajaritos: Los Canarios de la Suerte.
Los pequeños pajaritos en color amarillo salen de la diminuta jaula. Picotean una caja con papelitos y sacan al azar una hoja que, doblada, tienen el tamaño de una navaja de rasurar, de las antiguas.
El señor García prefiere que le digan simplemente “Pancho”. Es originario de San Juan del Río, Querétaro, pero afirma que no tiene un lugar de residencia definido, pues su oficio lo obliga a viajar constantemente por toda la república mexicana. “No soy de aquí ni soy de allá”, comenta, parodiando al inolvidable Facundo Cabral.
Lo encuentro en la plaza principal, cerca del Portal Redondo. Recargado en un pilastrón, don Pancho intenta atraer la atención de los paseantes ofreciéndoles conocer su suerte por medio de su par de canarios.
“No soy yo el que adivina el futuro; son estos dos pajaritos los que hacen este trabajo”, confiesa.
Asegura que son las mujeres y los niños los que más se acercan a los pajaritos para consultarlos, y los temas son el amor, el dinero y el trabajo. “¡Ándele!, ¡Acérquese para que conozca su suerte!”, grita don Pancho, quien a su vez espera que la buena suerte – valga la redundancia – lo socorra con un posible cliente; 30 pesos por consulta.
Acompañada de un menor, una mujer se arrima. Se detiene unos segundos. Parece estar dispuesta a consultar a los pajaritos. Pero en eso exclama, “¡No!, ¡Mejor no!; capaz que en eso me sale que me voy a morir pa´l mes que entra. Mejor no”.
- ¿De cuantos meses le llegan los pajaritos?, interroga el reportero.
- De seis meses.
- ¿No se escapan?
- No como nacen en cautiverio están acostumbrados. Mira – presume – y abre la puerta diminuta y tira unos granos de alpiste. El ave sale nerviosa, come agitada y rápidamente, y luego regresa a la jaula.
En el interior de la jaula se avistan dos pequeños recipientes con agua, lo que quiere decir que las dos avecillas de la suerte se alimentan con alpiste y agua.
- ¿Cómo funciona el adivinatorio?
- El pajarito saca tres cartitas que tienen escritas frases sobre el amor, el trabajo, el estudio, el fracaso. Las sacan al azar y en el orden en que se hacen las preguntas.
Para una prueba, Pancho extrae un papelito de la suerte. Lo desdobla y leemos: “PLANETA DE FORTUNA: El oráculo dice que tu porvenir será brillante. Tienes ambiciones de progresar y por medio de tu trabajo lograrás un bonito capital con el que establecerás un negocio, y en él encontrarás otra persona gentil y honrada que te ayudará, harás viajes que te serán muy provechosos”. Al último dice “Hazme otra consulta, pues tu planeta tiene reservadas muchas sorpresas.
- ¿Y cómo para qué son estas preguntas? – cuestiona una mujer que parece ser la pareja de Pancho, mientras esboza una sonrisa, nerviosona.
Se tranquiliza cuando le aseguramos que ni trabajamos para el gobierno y ni somos cobradores.
Pancho no sabe cuántos días permanecerá en Ixtlán del Río. Todo depende ahora sí que de su buena suerte. Si hay clientes seguirá invitando a los transeúntes para que consulten a sus pajaritos de la suerte. Si no, continuará visitando otros poblados. Así se gana la vida; de pueblo en pueblo, de ciudad a ciudad…
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